Los centros de menores, como nuestra Casa Familia Laura Vicuña de Caldas, al igual que el resto de la población, vivió un gran desconcierto cuando se decretó el primer estado de alarma y el confinamiento para intentar frenar los efectos devastadores de una pandemia. Todo empezó con la suspensión de la actividad escolar y posteriormente un “quédate en casa” que tanto los educadores como los niños que viven con nosotros, tuvieron que asimilar sin apenas tiempo. ¿Cómo explicar a estos niños, niñas y adolescentes que no pueden salir de casa y relacionarse con sus familiares? Muchos interrogantes que inicialmente se quedaron sin respuesta, pero que, con el paso de los días, fueron entendiendo y asimilando.
Podemos decir que nuestros niños y adolescentes son unos valientes, con una capacidad de adaptación asombrosa. Tras el miedo inicial, entendieron a la perfección que no se podía salir y que a sus familiares los verían a través de videollamadas. Aún recuerdo con cierta ternura como la pequeña de la casa nos decía:
¿Has visto al monstruo Covid por la calle?
Los días de confinamiento iban pasando y empezaron rutinas nuevas, Por las mañanas “colegio” con sus clases online, tareas virtuales… ¡Cuánto aprendimos sobre las nuevas tecnologías! Por las tardes nuestra Casa se convertía en un verdadero patio salesiano: juegos, búsquedas del tesoro, ginkanas… hasta tuvimos nuestros propios juegos olímpicos con el tradicional relevo de antorcha. Los niños empezaron a darse cuenta de que algo importante estaba pasando cuando empezaron los primeros cribados y recibíamos al personal sanitario en nuestra Casa. Ahí volvieron a demostrar que ante una situación adversa hay que poner nuestra mejor cara. Nunca hubo quejas, nunca hubo una mala palabra… solo un quédate conmigo que tengo miedo.
Y por fin podemos salir a la calle y allí estaban nuestros pequeños héroes con sus mascarillas, guantes y el gel hidroalcólico en el bolsillo. Y con qué ilusión empezaron a recibir a sus familias… aunque estuviéramos rodeados de protocolos a seguir. Poco a poco y sin darnos cuenta empezamos a estar inmersos en la nueva normalidad: mascarilla, distancia, lavado de manos, limpieza extrema… algo que nos ha acompañado durante todos estos meses.
No podemos olvidar aquellos niños y familias que estaban en sus domicilios. La pandemia ha expuesto más a las familias más vulnerables y que han necesitado nuestra ayuda para sobrellevar la situación de la mejor manera posible. Nuestra labor ha consistido desde la entrega de alimentos y medicinas hasta llevar y traer tareas escolares impresas a aquellos hogares donde no se disponía de medios informáticos o conexión a internet. Sentíamos que a los problemas que iban surgiendo, nuestro deber era buscar soluciones.
Todo esto no hubiera sido posible sin la labor maravillosa de todos los educadores. Sin mucho margen de tiempo hemos tenido que reinventarnos y echar mano de la creatividad educativa para poner luz en medio de las tinieblas. Hemos aprendido a que el acompañamiento también se puede hacer con distancia de seguridad, que los besos y abrazos ahora prohibidos se pueden transformar en miradas afectivas de complicidad y que las sonrisas que esconden las mascarillas no empañan la alegría que inunda nuestra labor educativa. Estos niños nos han dado una lección de responsabilidad, de aceptación y de unión.
Somos una Casa familia en pandemia, pero seguimos siendo un hogar donde sentirse seguro, alegre y querido.
Ana Belén Juan González
Directora de la Casa Familia Laura Vicuña – Caldas de Reis