TERESA VALSÉ PANTELLINI
UNA JUVENTUD VIVIDA EN LA BÚSQUEDA DEL VERDADERO SENTIDO DE LA VIDA
Teresa Valsé Pantellini lo tenía todo para ser feliz: una posición social acomodada, una madre inteligente que la llevaba al teatro y a los salones de la burguesía romana, el bien y el cariño de los familiares, la formación cultural en los mejores colegios femeninos, un chalet en donde transcurrir las vacaciones del verano con el personal de servicio a disposición, la posibilidad de viajar en Italia y al extranjero, dotes de inteligencia y de gracia, una cierta autonomía personal y una óptima propuesta de matrimonio a la edad de 20 años.
Ella sin embargo no se dejó seducir por los principios de este mundo. A partir de los recursos que la naturaleza y la sociedad le habían dado, Teresa se puso a la búsqueda del sentido verdadero de su propia vida y, después de haber percibido la luz, decidió “irrevocablemente” entrar en un Instituto religioso educativo pobre para donar su vida a las jóvenes que no habían sido tan afortunadas como ella. Se propuso “pasar inobservada” entre ellas y entre las Hermanas para hacer solo el bien, con discreción y en silencio, a imitación de Aquel que la había llamado a seguirlo más de cerca.
Alguien habría podido preguntarse: su opción ¿ha sido un rechazo caprichoso de la vida burguesa? ¿Una decisión equivocada? ¿Una rebelión juvenil en contra de la familia? ¡Nada de todo esto! Su experiencia de vida es aún hoy una luz para nosotras y para los jóvenes porqué es fruto de un largo y fatigoso discernimiento, acompañado por Dios y de guías sabias que encontró a lo largo de su joven vida.
1. En familia
Nace en Milan el 10 de octubre de 1878 en una familia acomodada, Teresa vive serenamente su infancia, amada y educada por los padres y por la abuela. A los 12 años es inscrita en el Conservatorio de Poggio Imperiale. Una semana después muere el padre, muy amado por ella.
Madurada en el dolor, se prepara a la primera Comunión y en ese día (29 de marzo de 1891) expresa su ardiente amor a Jesús, consagrándose a Él con el voto de castidad. Vive un cambio interior, y esto no pasa desapercibido a la atención de sus profesoras.1 Su opción encuentra un terreno fecundo para desarrollarse entre las Damas del Sagrado Corazón de Florencia, en donde el año 1893 viene inscrita como interna. Teresa atrae en seguida la atención de las maestras y de las compañeras por sus dotes intelectuales y por las actitudes de bondad y mansedumbre. En ese ambiente sano y estimulador, refuerza su amor a Jesús y a María.
El traslado de la familia en el 1897 de Florencia a Roma y el hecho de establecerse en la zona de la estación Términi cerca de la Iglesia del Sagrado Corazón abren a Teresa nuevos horizontes y posibilidades, sin por ello excluir pruebas y dificultades. Continúa a asistir a la escuela de las mismas Damas del Sagrado Corazón presentes en Roma, Trinità dei Monti, hasta el día en el cual a motivo de un fuerte malestar se ve obligada a interrumpir el estudio. Se queda en casa y mientras cuida la hija de su primo Italo Rosa, el cual estaba buscando una adecuada institución educativa para su pequeña Giuseppina.
2. Un camino fatigoso de discernimiento
En el mes de junio de 1897 Teresa, que buscaba una guía espiritual, la encuentra en el Salesiano don Federico Bedeschi, experto en el acompañar a numerosas jóvenes en la opción vocacional y que confiesa en la Basílica del Sagrado Corazón. Teresa le presenta también la pregunta del primo: ¿Donde encontrar una buena escuela para una niña de seis años? Don Bedeschi, con una tarjeta para la superiora que conoce bien, la manda a la cercana casa de las HMA. Acompañando diariamente a la pequeña a la escuela, Teresa es atraída por el gozoso testimonio de vida de las Hermanas que atienden a las chicas pobres del barrio, se confía con la superiora y empieza a frecuentar el oratorio de la casa en via Marghera n. 65. Mientras el confesor le habla de las Hnas. Marcelinas y de las Damas del Sagrado Corazón, 4 Teresa le contesta: “Estos Institutos son hermosos y me gustan mucho, perO tengo que decirle que las HMA tienen para mi un encanto, mucho atractivo. Padre perdóneme pero a decirle toda la verdad, yo no sé si podré dejar de pensare en ellas. En la S. Comunión, Jesús me hace conocer claramente que la obra de don Bosco es la que debo abrazar y que Él me quiere allí”. El confesor non le esconde las dificultades que encontrará en ese Instituto que tiene una misión de carácter popular, pero Teresa no se deja desanimar. Más bien le convence acerca de la autenticidad de su vocación6 y fija la fecha para entrar en el Instituto: 15 de noviembre de 1899. La enfermedad y la muerte de la mamá (24 de noviembre) la obligan a esperar y a retrasar la fecha para el 24 de mayo 1900. Desgraciadamente el hermano y el primo, que se sienten responsables de Teresa ya que es huérfana, se oponen a su elección. Para hacerle cambiar idea, deciden el traslado de Roma a Padua. El nuevo confesor 7 prohibe a la jóven escribir a don Bedeschi. Gracias a la oración, a la firmeza en las decisiones y al acompañamiento orante del director espiritual de Roma ella vence la batalla. Hacia finales del año 1900, Italo Valsé Pantellini e Italo Rosa se dirigen a mons. Radini Tedeschi, 8 amigo de la familia, para saber si la vocación de Teresa es verdaderamente auténtica y reciben una respuesta afirmativa. Entonces se rinden, aunque no comprendan aquella decisión.
3. En el Instituto de las HMA
El 2 de febrero de 1901 Teresa, siguiendo la voz interior del Señor que la llama, entra en el Instituto de las HMA a Roma. Aquí le espera otra prueba más: las superioras piden al inspector de los Salesianos, don Juan Marenco, que examine su vocación.9 Él le presenta todo tipo de dificultades, hasta le propone entrar en otro Instituto religioso, pero Teresa con respeto y firmeza permanece firme en su decisión. Después de algunos meses pasa al noviciado situado primero a “Bosco Parrasio” sobre el Gianicolo, después en la casa abierta en vía de la Lungara. Los domingos es feliz de estar en el oratorio con las chicas del barrio, pobres y también groseras. Ella las encanta por su trato bueno y gentil y por su solicitud educativa. Concluye el periodo de la formación inicial a Nizza Monferrato donde, el 3 de agosto 1903, emite la profesión religiosa.
La salud es frágil, mejor dicho, los primeros síntomas de la tuberculosis solicita una parada en Piamonte para recuperarse. Vuelve a Roma para dedicarse con nuevo entusiasmo al oratorio y a la catequesis. Sor Teresa es experta en el teatro, en la preparación de los cantos, pero no deja de prestar ayuda en las labores de casa. Es la colaboradora de confianza de la superiora local, suor Maria Genta, que había sido su maestra en el noviciado y hacia la cual cultiva amor y obediencia filial.
Mientras la enfermedad progresa. El 25 de abril 1907 sor Teresa saluda por última vez a las hermanas y a las oratorianas de Trastevere, diciendo: “Voy a Turin; desde donde cumpliré mi viaje para la eternidad, de allá me iré al Paraíso”. Fue acogida en la enfermería de la casa abierta por las HMA en Valdocco. Su físico es débil, en cambio el espíritu es fuerte y todavía espera curarse. El 3 de junio 1907 presenta a la Superiora general la petición para ser aceptada, si se curaba, entre las misioneras que irán a la Cina. En su libreta de apuntes escribe: “No soy ya capaz de nada, pero puedo aún amar y sufrir: tan solo una obra puedo aún cumplir, una obra grande y excelente: amar a Jesús, sufrir por Jesús”Dejó esta tierra el 3 de septiembre de 1907 a la edad de 28 años.
4. Mensaje para las/los jóvenes
Sor Teresa Valsé Pantellini es la más joven HMA de la cual se inició el Proceso de beatificación y canonización.12 Su experiencia puede ayudar las/los jóvenes a reforzar la certeza que ¡encontrar el verdadero sentido de la vida es posible! A pesar del espeso velo de contrariedades, dificultades, obstáculos, pruebas y dudas, Teresa nos dice que Dios manda siempre a nuestro lado a alguien que nos acompañe y que nos sostiene para descubrir la luz (acompañamiento). Nuestra condición humana dotada de libertad, cuando se abre a la colaboración y al don de sí, es capaz de captar esta luz (discernimiento) y hacerla fecunda en la concretez de la vida, hasta el máximo de las posibilidades, del heroísmo, pero es necesario perseverar con docilidad y tenacidad sin retroceder (fe).
5. La belleza de una vida lograda
El que encuentra el sentido de la propia vida resplandece de belleza precisamente porque
experimenta una vida plena y lograda. Pero a esa se llega solo gracias a la interacción con otras personas capaces de amar y de acompañar. También la belleza interior de Teresa Valsé está tejida por distintos hilos: los padres, las educadoras, los confesores y las HMA, que la han acompañado en las distintas etapas de la vida. Gracias a ellos ella se abrió al Espíritu Santo y percibió los valores que ennoblecen el corazón y lo vuelven libre y disponible a la voz del Maestro interior.
Teresa debe a su padre, hombre de fe y generoso hacia los necesitados, la confianza en Dios y la sensibilidad hacia los pobres. A la madre, mujer fuerte, de carácter pronto, vivaz y exuberante, el dominio de sí y la fortaleza interior, construida pacientemente a precio de renuncias y de sacrificios.
A las educadoras que la prepararon al encuentro con Jesús, debe la oportunidad de un cambio en su vida espiritual, el progreso en la relación con el Señor y el amor a la Virgen.
A los confesores la experiencia de la paternidad espiritual y la discreción en la guía que sabe orientar sin sustituirse a la libertad personal. A las primeras HMA, el afecto y la estima de las hermanas, el consuelo en la fidelidad a la vocación salesiana, el gozo de la vida comunitaria y de la misión educativa.
La belleza de Teresa está grabada también en las duras pruebas a las cuales fue sometida: la muerte prematura del padre, la incomprensión del hermano, la fatigosa y dolorosa búsqueda de la voluntad de Dios, la relación educativa con jóvenes no solo pobres, sino groseras y desagradecidas, y por fin la enfermedad que trunca su juventud. Escribe en su libreta de apuntes:
“A veces me parece estar clavada en una cruz: me equivoco, al contrario estoy estrechamente unida a Jesús”.
Suor Sylwia Ciężkowska, FMA