20 años de la beatificación de S. Eusebia Palomino
Este año se cumple el veinte aniversario de la beatificación de S. Eusebia Palomino por el papa Juan Pablo II en Roma, y 100 años de su profesión religiosa en Barcelona. Valverde del Camino es testigo hasta hoy de su misión, apostolado y santidad.
«Naciste pobre y humilde y eres grande como el sol. Pues te ganaste la gloria con tu humildad y candor», entonan cada 9 de febrero en Cantalpino cuando recuerdan a su hija predilecta, la beata Eusebia Palomino, alrededor de su estatua, en el corazón del pueblo.
La casa de Valverde del Camino, fundada en 1893 como la segunda sede de las salesianas en España tras Sarriá (Barcelona), es testigo de la vida dedicada de S. Eusebia. Durante sus nueve años en esta comunidad, desempeñó múltiples roles demostrando su compromiso con la vida religiosa y el servicio a los demás.
En el colegio de Valverde esparció el aroma de su santidad y de su espíritu salesiano, transmitido a todos con el ejemplo de sencillez, humildad, alegría en la obediencia y servicio incondicional.
En la vida de sor Eusebia reconocemos que vivió de manera admirable su consagración religiosa como educadora a lo largo de su experiencia en Valverde, pero también encontramos retazos de estos elementos desde niña. Es testimonio de que, desde siempre, Dios pensó en ella para formar parte de esta familia religiosa.
Desde la beatificación de esta Hija de María Auxiliadora por el papa Juan Pablo II, el 25 de abril de 2004, se declaró la fecha de su fallecimiento como el Día de la Beata Eusebia Palomino.
Recordamos este año el veinte aniversario de su beatificación y el centenario de su profesión religiosa en Barcelona y su único destino, Valverde del Camino, donde Sor Eusebia falleció y está enterrada. En la ceremonia en la que se convirtió en beata junto a otros cinco siervos de Dios, el papa Juan Pablo II destacó que S. Eusebia Palomino, «oyó un día la llamada de Dios y respondió a través de intensa espiritualidad y una profunda humildad en su vida diaria». Presentó a esta Hija de María Auxiliadora como ejemplo de vida: «un camino fascinador y exigente de santidad». Como buena salesiana, «estuvo animada por el amor a la eucaristía y a la Virgen». Lo más importante para ella era, «amar y servir; el resto no contaba, fiel a la máxima salesiana del ‘da mihi animas, caetera tolle‘».
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