La Confederación Mundial Mornese Exalumnas/os de las FMA celebra un congreso sobre la esperanza en Roma

En el complejo Fraterna Domus de Sacrofano, a 30 km de Roma, se celebró, entre el 25 y el 29 de mayo, el Congreso Internacional ‘No dejemos que nos roben la esperanza’, organizado por la Confederación Mundial Mornese Exalumnas/os de las FMA. Dirigido a todas las exalumnas y exalumnos, la convocatoria fue un éxito absoluto, ya que asistieron al congreso alrededor de 300 personas de todo el mundo.

Hay que recordar que hubo un trabajo previo muy concienzudo a través de reuniones online y grupos de WhatsApp por idiomas, con los cuales se nos fue preparando con subsidios de reflexión personal sobre algunos aspectos del Jubileo de la Esperanza 2025 con vistas al Congreso (la Peregrinación, la Reconciliación, la Puerta Santa, las Indulgencias, etc).

La alegría y las ganas de conocernos aún más fueron características destacadas desde el principio del Congreso. Fieles al lema del mismo, vivimos esos días como se nos proponía: como una peregrinación hacia la Esperanza que no nos debemos dejar robar.

Los actos comenzaron en la tarde del domingo 25 con el saludo en persona de Madre Chiara, y tras ella los de la presidenta confederal, la vicepresidenta y muchos de los consejeros confederales, entre ellos la portuguesa Filomena Pires, representante de nuestra zona en la Confederación. En la celebración de la eucaristía, que cerró la jornada, se nos propuso preparar el corazón para celebrar con toda la Iglesia la gracia del Jubileo.

El día 26, lunes, entramos a conocer el concepto cristiano de esperanza en las Sagradas Escrituras de la mano del Padre Mario Oscar Llanos, SDB, con la conferencia ‘Den cuenta de la esperanza que hay en ustedes: Profundización «bíblico-eclesial”’, para trabajar a continuación por grupos. En la eucaristía vivimos con emoción la renovación del compromiso de una pareja mozambiqueña, ambos exalumnos FMA, que cumplían sus 25 años de matrimonio. Por la tarde, la maga Gascar nos arrancó el aplauso ofreciéndonos una sesión de magia ambientada en la historia de Don Bosco: ‘La magia de la esperanza’. Por la noche, nos presentamos por continentes con banderas, canciones y coreografías en lo que se llamó ‘La Fiesta de los Pueblos’.

El día 27 tuvimos por la mañana una mesa redonda en la que se abordó el tema ‘Resiliencia: formación para la esperanza’. Diferentes aspectos de cómo vivir la esperanza hoy: aspectos psicológico, carismático, asociativo; donde nos dirigieron su alocución un psicólogo, Mª Rosario Gª Ribas, FMA, y Marcela Pérez, consejera confederal, respectivamente. Verdaderamente la formación fue, junto con la espiritualidad, dos apartados en los que los responsables de este congreso han trabajado a conciencia para conseguir un altísimo nivel. De esta mesa redonda, destacamos la importancia del apego seguro en la niñez para el desarrollo óptimo y la capacidad de resiliencia de la persona, las fuentes de la esperanza presentes en la pedagogía salesiana como escuela de vida y de fortaleza y, por último, la confianza del trabajar juntos en nuestra realidad asociativa como medio para afrontar con esperanza retos y dificultades.

La tarde del martes 27 la pasamos en la Casa Generalicia de las FMA, donde las salesianas nos abrieron sus puertas de par en par. Allí vivimos una celebración penitencial en la que se nos ofreció una reflexión para reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza. Mientras algunos acudían al sacramento de la reconciliación por idiomas, los demás asistieron a una presentación sobre los 150 años de la primera expedición misionera de las FMA al continente americano.  A continuación, pudimos conocer más de cerca a sor María Troncatti, misionera que dentro de poco será canonizada por el Papa León XIV, gracias a la conferencia ‘Sor María Troncatti, madre, misionera, artesana de paz y reconciliación’, que nos dirigió sor María Luisa Nicastro, secretaria general del Instituto Hijas de María Auxiliadora. La tarde continuó con un encuentro entrañable con Madre Chiara y todo el Consejo General, a quienes les agradecimos su cercanía y su cariño. Ellas nos ofrecieron una cena riquísima a base de pizza, pasteles, salados y refrescos, pudiendo pasear por los jardines de la casa y departir con muchas de las hermanas. Mención especial merece para nosotros, españolas y españoles, la simpatía que nos derrochó sor Chari García Ribas, Vicaria General, como siempre que tenemos oportunidad de estar cerca de ella.

Y llegó el momento grande para el que nos habíamos venido preparando. Muy temprano nos recogieron los autobuses para el traslado a la Plaza de san Pedro, en el Vaticano, donde tuvimos la suerte de asistir a la Audiencia General con el Papa León, en la cual el pontífice nos ofreció una rica catequesis sobre la parábola del Buen Samaritano. Momentos especiales de su alocución fueron aquél en el que saludó a la Confederación de Exalumnas de las FMA y otro en el que pide el cese del fuego en Ucrania, en Gaza y en todas partes donde hay guerra. A primera hora de la tarde, se nos unió la Madre General y nos organizamos para recorrer la Vía de la Conciliación en grupo, encabezando la comitiva la Cruz del Jubileo que íbamos llevando por turnos. Rezando y cantando, llegamos por fin a la Puerta Santa y la atravesamos para adentrarnos en la basílica de San Pedro, donde rezamos por las intenciones del Santo Padre e hicimos la Profesión de Fe ante la tumba del Apóstol Pedro. Cerramos el día con la eucaristía en Sta. Maria Maggiore.

Una vez de vuelta a Sacrofano, con el corazón agradecido, recibimos emocionados como último regalo de este congreso el diploma de ‘Peregrino de Esperanza’ a nombre de cada uno y la foto de nuestro inolvidable Papa Francisco. Damos gracias a Dios por él y por su clarividencia al organizar este Jubileo de la Esperanza, preciosa ocasión de hacer llegar a todos la Gracia de Dios. Y al Consejo Mundial de la Confederación Mornese agradecemos también su trabajo en este congreso, que nos ha ayudado a fortalecernos en la fe para así convertirnos en verdaderos signos de esperanza y extender la caridad de Cristo a todos los que encontremos en nuestro camino.

Autora: María Marvizón