Roma acoge un encuentro de hermanas de 50 años de profesión
El día 24 fuimos llegando a distintas horas. Cuando ya estábamos todas, nos presentamos indicando nuestro lugar de procedencia. En total éramos unas 30 hermanas que celebrábamos nuestras Bodas de Oro, incluida Madre General, procedentes de España, Portugal, Francia, Italia, Egipto, Filipinas, México, Irlanda, misionera en Cuba, … Nos acompañaban también algunas hermanas del Consejo y Chari García, conocida por todas, siempre pendientes de lo necesario. Tras una breve oración, compartimos la cena y descansamos.
El día 25 iniciamos la jornada con Laudes, una oración al Espíritu Santo y la Salve. Sor Piera Cavaglià nos ofreció una reflexión sobre “La primacía de Dios y la misión en nuestra vida de FMA”, que resultó sumamente enriquecedora. Por la tarde, nos volvió a acompañar con el tema “Un tiempo de gratitud y alabanza”. Después dedicamos un espacio a la reflexión personal, para redactar nuestro Magníficat, que compartimos espontáneamente en la puesta en común. Cada una expresó, con hondura y gratitud, las actitudes que habían marcado su vida.
El día 26 vivimos “La peregrinación de esperanza en el corazón de la Iglesia”. Partimos hacia San Pedro a las 6:30 de la mañana. En un punto del camino, cada grupo recogió una cruz y continuamos hacia el Vaticano. Durante el trayecto rezamos el Rosario, escuchamos una lectura de la Carta a los Romanos y proclamamos las letanías. Al llegar a la Puerta Santa, recitamos el salmo 23, el Padrenuestro, tres Avemarías y el Gloria. Ya dentro de la Basílica, ante la tumba del apóstol San Pedro, renovamos nuestra profesión de fe.
Tuvimos un tiempo libre hasta mediodía. Luego nos dirigimos a la comunidad de Sor Ersilia Canta, donde fuimos acogidas con gran cordialidad. Rezamos un Ave María en la capilla y compartimos el almuerzo. Después, las hermanas estudiantes nos mostraron un video de su peregrinación a Asís, junto con una presentación de las actividades de su comunidad.
Concluida la visita, regresamos a la Casa Generalicia para la cena y, más tarde, disfrutamos de un animado juego preparado por dos hermanas, que nos regaló un momento festivo y lleno de risas.
El día 27 visitamos los jardines de Castel Gandolfo, una verdadera maravilla. Rezamos Laudes ante una imagen de la Virgen Inmaculada y, luego, dos guías nos explicaron la historia y belleza del lugar. No pudimos ver al Papa, pues ya se había marchado.
Después nos dirigimos al noviciado, donde las hermanas nos recibieron con gran alegría. Compartimos una comida fraterna llena de detalles.
Por la tarde, Madre General nos propuso una serie de preguntas para reflexionar y compartir:
- ¿Qué certeza nos ha dejado este encuentro?
- ¿Qué sueño llevaremos de ahora en adelante?
- ¿Qué mensaje transmitiríamos a las jóvenes Hijas de María Auxiliadora que renovarán sus votos el 5 de agosto en Casa Generalicia (unas 40 en total)?
El diálogo resultó muy fecundo. Los mensajes para las hermanas jóvenes los dejamos escritos en pósits para Madre General.
Cerramos la jornada con una Eucaristía celebrada por el padre Luis Rosón, español. Fue una celebración profundamente emotiva, en la que renovamos nuestros votos mencionando cada una nuestro nombre. Madre General nos entregó a cada una una lámpara, gesto que nos conmovió profundamente. Tras la misa, disfrutamos de una cena festiva con abundantes pizzas, dulces y helados, junto con algunos obsequios. Terminamos el día con mucha alegría y regresamos a descansar. El día 28 emprendimos el regreso a nuestros países.
Conclusión
Esta experiencia ha sido inmensamente enriquecedora. Hemos recordado los momentos vividos en nuestro primer encuentro durante el segundo noviciado en Mornese (1881) y en la celebración de los votos perpetuos en el templo de Madre Mazzarello, junto a las hermanas de Europa. En esta ocasión, Madre General ha querido reunir a las hermanas de Bodas de Oro de todo el mundo: fuimos 30, de un total de unas 60. De aquellas que compartimos los votos perpetuos, cinco ya han partido a la Casa del Padre y desde el cielo nos acompañan.
Ha sido una verdadera experiencia de Iglesia, identidad y comunión con el Instituto, con una programación cuidadosamente preparada y marcada por la cercanía, la atención y el servicio generoso de las hermanas del Consejo. También recibimos la calurosa acogida de las comunidades de Ersilia Canta, Castel Gandolfo y Casa Generalicia.
La oración, las comidas fraternas, las presentaciones y los gestos de cariño hacia Madre General y hacia nosotras hicieron de estos días un regalo inmenso.
En resumen, fue un encuentro maravilloso, motivo de profunda gratitud.
Las Hermanas de Bodas de Oro de España