Las junioras María y Rocío, peregrinas de esperanza en Roma
Del 28 de julio al 3 de agosto, tuvimos la suerte de vivir una experiencia inolvidable en el Jubileo de los Jóvenes en Roma. Llegamos con el corazón abierto y con el entusiasmo de acompañar a los jóvenes de nuestras casas para que vivieran un momento de gracia junto a toda la Iglesia. Ha sido una experiencia de encuentro con Dios y de lo que significa ser Iglesia joven, viva y peregrina.
Durante la vigilia celebrada en Tor Vergata, el Papa dirigió un mensaje claro y esperanzador: invitó a los jóvenes a “cuidar y proteger los sueños”, a no dejarlos morir en la comodidad, sino a confiar en “la fuerza del Espíritu” para llevarlos adelante. Subrayó la llamada a “construir puentes”, a escuchar a los demás y a responder con obras concretas de amor. Estas palabras han resonado profundamente en nosotras y en los jóvenes, encendiendo en sus corazones la llamada a vivir en comunión y valentía.
La experiencia no terminó allí. El mismo día 3 por la tarde, comenzamos nuestra experiencia de juniorado en Roma, junto a las hermanas Junioras de entre 1 y 4 años de profesión de la CIME. Allí hemos vivido durante una semana un ambiente cargado de fraternidad y alegría, comenzando con la renovación de votos temporales en las manos de madre general, sor Chiara Cazzuola. Este gesto fue un signo de renovación interior y de llamada a seguir entregándonos, con generosidad y alegría, al servicio del carisma.
Además, profundizamos en las vidas de Madre Rosetta Marchese y sor Teresa Valse Pantellini. El ejemplo de servicio humilde, entrega silenciosa y fidelidad nos ayudaron en nuestro camino formativo, fortaleciendo el sentido de pertenencia al Instituto.
Este encuentro en Roma, tanto del jubileo como del juniorado, lo hemos vivido como una experiencia profunda de Iglesia. Ha sido sin duda una ocasión para reavivar nuestra vocación junto a las hermanas, compartiendo con ellas la oración, la alegría, la fe y los sueños.
Volvemos con el corazón agradecido y dispuesto a seguir siendo peregrinas de esperanza allí donde estemos.
Sor María Sánchez y Sor Rocío Torrado