Sor Eusebia | Infancia

100 AÑOS DE LA PROFESIÓN RELIGIOSA Y 20 AÑOS DE LA BEATIFICACIÓN

Sor Eusebia Palomino

Infancia

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Nada tenía y lo poco que tenía todo me sobraba.

La infancia de la pequeña Eusebia en el seno de una familia pobre y profundamente cristiana, transcurre en un ambiente de alegría, serenidad y paz.

Nace con una disposición natural a la alegría y a disfrutar con el mismo entusiasmo de la naturaleza que de las cosas de Dios.

Sus padres, Agustín y Juana, en su humildad, educaron a sus hijas en la honradez y en la aceptación gozosa de su condición pobre ante un Dios siempre providente.

A los siete años deja de ir al colegio para acompañar a su padre que debe mendigar, época que recuerda Eusebia con gozo y alegría.

Hace su primera comunión con nueve años. Desde aquel día siente que ella no era para este mundo: “Sentía que Dios quería que me uniese a Él íntimamente.” Además siente desde pequeña una gran devoción por María, percibiendo que siempre actuaba en su vida.

¡Qué feliz era en aquellos campos ! Todo me invitaba a pensar en el Señor.

 

Su familia

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En ese ambiente de paz marchaba segura y tranquila la navecita de nuestra alma.

La familia Palomino Yenes era sin duda de las más pobres de Cantalpino. Agustín Palomino se casó con Juana Yenes de Villaflores (Salamanca), se dedicaba a trabajos esporádicos en el campo. Tenía poca salud, por tanto, cuando no podía trabajar se veía obligado a mendigar. Juana cuidaba de la casa. A veces, trabajaba también sirviendo y ocasionalmente como hortelana.

La familia vivía en una casita de techo bajo que contaba con tres compartimentos y un solo ventanuco pequeño. En sus cartas, Eusebia llamaba a su casa “mi choza, mi paraíso”, viviendo la pobreza sin lamentos, con serenidad y alegría, aceptando la voluntad de Dios.

Las tres hermanas, Dolores, la mayor, Eusebia y Antonia, salen adelante en un ambiente de pobreza, pero rico de paz y armonía familiar. Nacieron más hijos (ocho), pero murieron tempranamente.

Eusebia recuerda con cariño y ternura los años felices de su infancia; siendo para ella escuela de humildad, sencillez y de fe vivida en la presencia de un Dios que es bondadoso y providente.

Una imagen familiar que Eusebia recuerda de este tiempo son las noches: mientras su madre cocinaba o remendaba ropa, su padre les enseñaba el catecismo con profundidad y convencimiento.

Si la distancia nos separa, jamás puede separarnos el amor y el cariño que desde mi infancia les he tenido

Cantalpino

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 ¡Qué feliz me sentía en medio de aquellos campos, cuánto disfrutaba mi corazón!

Cantalpino es una localidad española situada a 30 km al noreste de Salamanca, capital de la comunidad autónoma de Castilla y León.

Destaca por la calidad de sus productos agrícolas y ganaderos: textura y sabor “de los de antes”, lo cual está propiciado por la singularidad de la confluencia de dos componentes que no suelen ir juntos: tierra arenosa y agua subterránea en abundancia a poca profundidad y filtrada a través de la roca arenisca. Destaca la producción de la patata, de singular textura y sabor. También existen pequeñas industrias artesanales del mimbre.

Sobresale la Iglesia de San Pedro Apóstol, del siglo XVI, declarada Bien de Interés Cultural, donde Eusebia recibe los primeros sacramentos y se siente unida a la misión eclesial.

Eusebia vive su infancia contenta de contemplar la naturaleza que le rodea viendo en todo ello la huella de Dios.

Cuando narra su vida a S. Carmen Moreno y hace lectura de fe de su vida en Cantalpino, comprende que desde pequeña y sin saberlo tenía una fuerte y viva vida interior; gozaba de la paz y felicidad de sentirse en la presencia de Dios y de la Santísima Virgen, a quien consideraba y sentía siempre en su compañía.

Cuando veía desde lejos el campanario, con el pensamiento me iba a la iglesia y le hacía compañía a Jesús sacramentado.