Cuatro salesianas de nuestra Inspectoría participan en el Jubileo de la Vida Consagrada
Del 8 al 11 de octubre de 2025, tuvimos el regalo de participar en el Jubileo de la Vida Consagrada Mª Rosa Olivella, Rosa Ripaldo, Virginia Pinto y Menchu García, junto a muchas FMA de diversos países. Roma fue anfitriona del encuentro, una cita histórica en la que más de 16.000 religiosos y religiosas, contemplativos, miembros de institutos seculares, eremitas, Ordo Virginum y formas nuevas de consagración de alrededor de un centenar de países nos hemos reunido para celebrar, orar, dialogar y renovar nuestro compromiso vocacional.
El lema del Jubileo fue ‘Peregrinos de esperanza, por el camino de la paz’, una invitación a vivir la vocación consagrada como testimonio concreto de reconciliación, solidaridad, fraternidad y cuidado de la creación, en un momento de grandes tensiones sociales y ecológicas.
El miércoles día 8, fue la peregrinación a la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro durante la tarde, momento central de apertura y reconciliación. La peregrinación transcurrió en un clima de oración y recogimiento, acompañada por salmos y cantos propios del itinerario jubilar. En las iglesias jubilares se ofreció la posibilidad de acercarse al Sacramento de la Reconciliación, signo de la misericordia que regenera y renueva la esperanza.
A las 19:00 h. tuvimos la Vigilia de oración en la Basílica de San Pedro, presidida por el Cardenal Ángel Fernández Artime, SDB, Pro-Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. El tema de la Vigilia — ‘Peregrinos de esperanza por los caminos de la paz’ — orientó los tres momentos de reflexión y los testimonios que dieron voz al clamor del mundo y a la misión de los consagrados como artesanos de paz. Después de la proclamación del Evangelio de la Visitación, la hermana Mary, de las Hermanas de la Caridad de santa Juana Antida Thouret, ofreció un testimonio de “visitación” desde las tierras heridas de Oriente Medio, afirmando que “la esperanza no es ausencia de dolor, sino presencia de Dios en el dolor”.
En su homilía, el cardenal Ángel Fernández Artime confió en María como imagen viva de la consagración: fuerza en movimiento, seno que engendra esperanza, presencia que rompe la inmovilidad. En su carrera hacia Isabel —dijo— se refleja el rostro más genuino de la vida consagrada: una disponibilidad que se convierte en paso, encuentro y luz, capaz de reavivar la paz allí donde la esperanza vacila.
El jueves 9 de octubre, participamos en la Santa Misa a las 10:30 en la Plaza de San Pedro, presidida por el Papa León XIV. El Papa, en su homilía, meditó sobre tres verbos del Evangelio de Lucas —“pedir”, “buscar” y “llamar”—, presentándolos como actitudes esenciales de la oración y de la vida consagrada.
“Pedir”, dijo, significa reconocer en la propia pobreza que todo es don de Dios y aprender a agradecer. “Buscar” implica vivir en obediencia, abiertos a descubrir día a día la voluntad del Señor y el camino hacia la santidad. “Llamar” es compartir con un corazón puro los dones recibidos, amando a todos con gratuidad.
El Papa subrayó que Dios es el centro y el sentido de la vida, la fuente de todo lo que existe y el motivo último del “pedir, buscar y llamar”. Los consagrados, dijo, deben ser testigos del primado de Dios, mostrando con su vida que sólo Él basta y que de la experiencia de su amor brotan obras de caridad auténtica.
De 15:00 a 17:30 h. tuvieron lugar encuentros de reflexión divididos por formas de vida consagrada. Y por la tarde-noche, “Diálogos con la ciudad” en distintas plazas de Roma (Piazza dei Mirti, Piazza Don Bosco, Piazza Vittorio Emanuele), con encuentros comunitarios bajo tres grandes ejes: compromiso con los últimos, cuidado de la creación, fraternidad universal. Momentos de oración, reflexión artística, testimonios.
Uno de los momentos más significativos fue el encuentro que sostuvo el Papa León XIV con los participantes del Jubileo — especialmente el discurso pronunciado el viernes 10 de octubre en el Aula Pablo VI. Subrayó:
- La importancia de todas las vocaciones consagradas en su variedad como riqueza para la Iglesia.
- Sinodalidad y comunión. Animó a vivir la vocación en espíritu sinodal: diálogo, escucha mutua, reconocimiento de las diferencias, trabajo conjunto para construir puentes. Que la vida consagrada sea testimonio de comunión fraterna.
- Esperanza como fundamento, no los números ni las obras visibles. Insistió en que la esperanza no depende de logros externos ni estadísticas, sino de la confianza en Dios y de su acción.
- El Papa invitó al silencio, interioridad, oración. Debemos ser testigos de la oración y de la contemplación en un mundo marcado por el ruido, la inmediatez y la superficialidad.
El sábado por la mañana, la Hermana Teresa Maya, CCVI , presidenta de la Conferencia de Superioras Mayores de Estados Unidos, intervino indicando algunos puntos clave:
- Llamó a los consagrados y consagradas a convertirse en constructores activos de paz (shalom) mediante un encuentro auténtico con la realidad, sobre todo con los pobres y excluidos.
- Afirmó que la paz no es simplemente ausencia de conflicto, sino un don espiritual que exige reconciliación continua, memoria histórica y una espiritualidad que acoge la fragilidad humana.
- Propuso crear ecosistemas de paz a través de redes interculturales e interreligiosas, de modo que las comunidades comprometidas sean laboratorios de no violencia y testimonio de un mundo distinto, según la visión del Reino de Dios.
Hubo talleres vespertinos sobre mediación, gestión de conflictos, y una “conversación espiritual” para ahondar en el sentido interior de la vocación consagrada. Se cerró el encuentro con oración solemne y el paso por la Puerta Santa de la Basílica de San Pablo Extramuros.
Con el corazón lleno de gratitud, damos gracias al Consejo Inspectorial por habernos regalado estos días de encuentro, oración, convivencia entre nosotras y fraternidad en Roma. El Jubileo es un tiempo del Espíritu, donde podemos reconocernos como una sola familia consagrada, diversa y unida por la esperanza en medio de tanta diversidad.
Agradecemos de manera especial a las hermanas de Casa Generalicia, a Madre Chiara y su Consejo, por su acogida cálida y generosa. Nos sentimos en casa desde el primer momento: por la atención en los detalles, los momentos compartidos y el cariño fraterno.
Este Jubileo ha sido un signo visible de la vida consagrada en camino, una familia plural y esperanzada que, movida por el Espíritu, desea seguir siendo testigo del amor fiel de Dios en medio del mundo.